Muerte lenta

Clavó sus colmillos en el cuello de su víctima con un exaltado placer, dejando correr un hilo de sangre tibia que no tardó en absorber con su ardorosa lengua.

Mareado, pero también excitado, había perdido el control de su cuerpo y disfrutaba dejándose succionar. Un leve mareo lo envolvió, y en pocos segundos se dejó vencer, al mismo tiempo que la vampiresa le quitaba sus ropas.

Ebrio de sensaciones desconocidas, no se opuso... la mujer le mostraba una feroz sonrisa que se fue transformando en una carcajada retumbante, que invadía el silencio de la habitación y aturdía la poca cordura que quedaba en él.

Lo sujetó a las anillas de su ataúd y lo untó con la sangre derramada, marcando un camino a seguir con sus ávidos labios y con su lengua. Totalmente desnuda, sostuvo sus cabellos en alto, bailando a su alrededor y acercándole sus generosos senos para que él los besara entre sus últimos gemidos.

Desarmó por completo a su presa, quien ya se había rendido a la voluptuosa sensación de muerte y vida, paradoja sensual que le extirpaba lentamente el aliento y lo elevaba a un sueño mortal de pasión y placer.

La vampiresa mordió su pene henchido de deseo y aspiró con frenesí su salado sabor, y entre los quejidos agónicos del hombre, lo cabalgó hasta desahuciarlo, hasta apoderarse del vahído final, y le regaló una muerte lenta... bajo un orgasmo de locura y de sangre, de plenitud y sordidez, de deseo y exaltación.